Por: Ana Lucía Tama
Desde el inicio de la enfermedad, en enero del 2020, nadie sabía sobre este virus, pocos en Ecuador hablaban sobre este virus que se transformó en pandemia. Con las investigaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS); fuimos conociéndolo poco a poco y con los primero detalles se conoció que los más afectados eran los adultos mayores.
En Ecuador, nunca se pensó que el renombrado Coronavirus o COVID-19 pudiera salir de China, peor llegar a nuestro país. Le tomó tres meses en llegar a Ecuador y nos golpeó muy fuerte. Este virus nos hizo cambiar nuestro estilo de vida relajado a un estado de alerta sin control.
La primera acción fue cuidar de los adultos mayores, darles la mayor comodidad dentro de sus hogares y no dejar que salgan por ningún motivo. El COVID-19 ya ha infectado a tíos, tías, amigos y primos; además de tomar la vida de una tía abuela en Nueva York.
Esto nos hizo pensar que nuestro tiempo es limitado en esta tierra.
Este tiempo nos enseñó a valorar a la familia. Pensé en mis tres abuelos; mi abuela Cecilia, atenta a todos los noticieros internacionales, ya conocía todos los detalles del virus; mi abuelo Santiago, un poco incrédulo, se molestaba por no poder salir a tomar su café en el Dunkin Donuts de Urdesa; y mi abuela paterna Kitty, quién tiene 90 años y padece de Alzhéimer.
Mi abuela Kitty vive con nosotros y poder estar con ella todo este tiempo me ayudó a valorar el tiempo que tengo con ella y disfrutar sus momentos de lucidez, no me importó escucharla cuando contaba más de 100 veces su infancia en Galápagos: sus historias sobre su vaca “Carbunco” o cuando recordaba los buques cargueros que llegaban a los muelles de la Isla Isabela. Una de las cosas más difíciles era tener que recordarle que mi abuelo Ernesto, es decir su esposo, falleció en el 2005.
Justo en esa parte, su mente se pierde en el tiempo y no cree que han pasado 15 años, eso es lo único negativo, tener que recordar esos momentos duros para ella y para mí.
La cuarentena vino acompañada de las imágenes desgarradoras de la pandemia en Guayaquil, se contabilizaron miles de muertes, se viralizaron muchos vídeos y el temor de perder a un ser querido se volvía cada vez más grande.
Pensaba en mis otros abuelos, en cómo se sentían, pero no todo era malo. El Día de la Madre, nos reunimos una parte de la familia por llamada de Messenger con mi abuela Cecilia; al igual que es su cumpleaños; el 24 de mayo.
Con mi abuelo nos reunimos esta vez por vía Zoom el pasado 11 de junio para cantarle feliz cumpleaños, lo mismo por el Día del Padre. Esto me demostró que no importa el tiempo que estemos separados: nunca dejaremos de ser la gran familia unida que siempre hemos sido.
Mis abuelos no solo han sido parte fundamental de mi educación, con grandes lecciones de historia y libros que me han obsequiado; sino que forman parte de mi alma y espero que cuando termine esta pandemia pueda volver a verlos y recuperar todo el tiempo perdido.
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