Por: Diego Vasquez
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Hoy en día las personas buscan consuelo, ante la incertidumbre de la pandemia. Si antes no rezaban, ahora es común pedir a Dios para superar las tragedias que ocurren dentro y fuera del hogar. En tiempos de Covid-19, oran ante un ser celestial con el interés de buscar beneficios frente a situaciones graves, como el fallecimiento de sus seres queridos sin poder despedirlos por miedo al contagio. En estos tiempos difíciles que afronta la humanidad por el coronavirus, hay sujetos que sacan a relucir lo mejor de sí mismo, su grandeza moral y espiritual, movidos únicamente por la compasión de las situaciones que se viven en la actualidad. A muchos les pueden parecer imprudente ciertos actos en los que se expone la vida, o en cualquier otra situación de alto riesgo.
Esta epidemia se ha convertido para el público en un método de aprendizaje donde se vela por el bienestar de los más necesitados. Además hay que reconocer el trabajo de alto riesgo que afronta el personal sanitario, los responsables de la limpieza, alimentación; varios de ellos se contagiaron y murieron a consecuencia de este virus. La cuarentena ha dejado como experiencia la unión, el respeto y amor que se debe tener como familia en los diferentes centros de salud. Algunas personas rezan, pidiendo milagros, otros que termine la pandemia pero muchos de ellos lloran por un milagro para que sus familiares y amigos sanen pronto.
Este suceso ha traído consecuencias económicas y sociales. Repentinamente, sobre todo en los países con alto índice de economía informal, miles de personas perdieron su fuente de ingresos para alimentar a sus familias. Por otro lado 475.000 personas han muerto a causa de esta enfermedad. Experiencias negativas viven familiares, que al observar o escuchar sobre la cantidad de muertos diarios, féretros en las calles y en las casas de la gente, empiezan a orar y a buscar un Dios que se apiade de ellos, para no vivir una situación de igual magnitud.
El virus no hace distinción de personas, ataca a todos, pobres y ricos; avanza silenciosamente traspasando todas las fronteras y dejando una secuela de desolación y muerte como evidencia de nuestra total fragilidad. Una de las esperanzas es encontrar una vacuna. Es posible que en algunos meses o años se logre la ansiada vacuna; pero, nada nos garantiza que no apareceré un nuevo virus que vuelva a generar miedo y zozobra en el mundo.
La sociedad actualmente muestra su fe en contra de la pandemia mediante amuletos, estampitas de santos y vírgenes talladas de madera para orar y sentirse más cerca del todo poderoso. ¿Cómo?, se reúnen antes de dormir y dan gracias por las bendiciones brindadas diariamente, esperando que para al día siguiente pase todo esto.
Finalmente el llamado a la acción que se hace a la sociedad es que, se debería agradecer a Dios todos los días por las buenas obras, la salud y la vida además que los valores de fe y la esperanza es lo único que nos da la fuerza para caminar en medio de la oscuridad que agobia a las personas contagiadas. La fe está asociada a la escucha de la palabra que significa, la certeza de lo que se espera o la convicción de lo que no se ve. La creencia de un Dios nos lleva a un compromiso con los demás, preparándonos para habitar en la ciudad eterna (Cielo). Sin olvidar que las personas volverán a centrarse en el propio individualismo humano, una vez que todo haya pasado. Para la mayoría de creyentes se debe tener presente que el tener fe en algo, es saber pedirlo con responsabilidad, sin exigencias ni mal vocabularios. Ante esta situación, es hora de apoyarnos unos a otros y de ser reflejo de la preocupación social, especialmente de las personas vulnerables.
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