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Guayaquil, tropical y salsero

Foto del escritor: NTE ExpressNTE Express

Actualizado: 14 ago 2019

Angelo Consuegra, Paúl Argudo, Paula Pérez

La Orquesta Tromboranga es una de las más populares en la salsa rumbera. Su última presentación en Guayaquil fue el 25 de Julio


Al dar el primer paso dentro del Cabo Rojeño, sientes las vibraciones de la música que corren desde la punta de tus pies hasta el tórax. En el segundo, escuchas a Héctor Lavoe cantándote al oído “Yo soy el cantante, hoy han venido a escuchar lo mejor del repertorio”. Al tercero, das media vuelta y tus pies ya están bailando al compás del violín, trombón, trompetas, maracas y campana.


Cualquier rincón es una pista de baile en este bar que lleva 36 años de antigüedad, ubicado en Rumichaca y Luis Urdaneta. Es el lugar favorito y tradicional de todo salsero para pasar sus noches de bohemia en compañía. Se trata de un lugar donde cada noche de viernes no cabe un alfiler entre parejas que bailan separadas y dan vueltas coordinadas; o juntas, sin salirse de la misma baldosa: dependerá si se trata de salsa rumbera o romántica, respectivamente. Allí, el que no sabe bailar, aprende. Adelante, adelante, atrás, pausa…

La cerveza se convierte en una necesidad para refrescar las ganas de cantar ¿Quién se imaginaría que una fresca noche veraniega guayaca, bajo techo a 16º de climatización, se codiciarían tanto unas “heladas”?


La idea del Cabo Rojeño nació de los hermanos Jorge y Galo Pinargote. Su amor por la salsa se convirtió en una necesidad, para difundirla en la urbe porteña, misión que inició hace medio siglo y que los hermanos Pinargote decidieron continuar como parte de un legado. “Aquí ponemos salsa de la ‘gorda’, de la ‘brava’, mantenemos esa tradición (…) cuando llegó a Ecuador, la costa ecuatoriana fue la que adoptó el ritmo y creó una identidad con el sonido instrumental, ya sea en Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, entre otras provincias”, coinciden los hermanos Pinargote.


Tal como en sus inicios neoyorquinos, donde en los barrios latinos al sur del Bronx los migrantes de origen afrocubano llevaron a la Gran Manzana la mezcla de distintos ritmos como el son cubano y el jazz, en Guayaquil este ritmo se adaptó e inició su historia en 1969. Ese año, el ex futbolista convertido en locutor, Miguel Cortijo Bustamante, preparó terreno para la expansión salsera guayaca: lo hizo a través de radio Mambo y con su negocio “Cortijo Bar”, en el popular sector del Barrio Cuba, donde se mantiene como referente de la introducción de este género musical.


El difunto “Rey de la Cantera”, Pablo Hanníbal Vela, también popularizó la salsa en la misma radio con el tema “Agúzate”. Su hijo, quien comparte la misma pasión, César Hanníbal Vela, recuerda que su padre fue uno de los primeros en traer el ritmo tropical a Guayaquil cuando regresó de Nueva York: llegó con un tocadiscos pequeño cargado en los brazos, porque temía que si lo enviaba como equipaje, en la Aduana se lo iban a quitar. “La salsa es tropical, alegre y también tiene algo de melancólica y la vida del guayaquileño es así, tiene que salir a parar la olla todos los días”, comenta el hijo del Rey de la Cantera.


En efecto, la salsa forma parte de la identidad guayaquileña, de acuerdo con el sociólogo Adriam Camacho, de origen cubano, con un PHd. en Ciencias Históricas y docente de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte. “La salsa y la identidad guayaquileña están entrelazadas, la idiosincrasia del costeño tiene mucho que ver con este tipo de música”, sostiene. Camacho agrega que la salsa en su país se originó en los casinos de La Habana y otros salones de la capital. Entre los artistas más sobresalientes menciona a “Machito”, “Benny Moré”, “La Sonora Matancera”, “Celia Cruz”, entre otros. Esta mezcla nace de estos ritmos musicales: son cubano, jazz, son montuno, jazz afrocubano, chacha cha, guaracha, mambo, pachanga, rumba, bolero, guajira y danzón.


Esa mezcla de géneros musicales fue lo que le dio el toque mágico, aunque dicho en palabras más guayacas: “la salsa es algo parecido a la fanesca”. Así lo considera Ángel Emilio Hidalgo, historiador, profesor de la Universidad de las Artes y coleccionista de discos salseros. A sus 37 años, habla de los inicios de la salsa en Guayaquil como si los hubiera vivido.


Hidalgo comenta que el álbum “La Salsa Llegó”, de la banda “Los Demonios del Salado” en 1972 fue el primer gran aporte a la historia de la salsa en Ecuador. Esta obra fue dirigida por el peruano- ecuatoriano Carlos Miranda. Otras bandas incluyen a “Los Dinámicos”, de Paco Franco, orquesta “América” con Sebastián Jaramillo y “Los Papasotes”, de Tony Reyes.


Otros de los primeros exponentes de este género musical en la ciudad huancavilca es Juan Cavero (+). Una publicación de diario El Telégrafo, del 18 de julio de 1972, muestra detalles de su álbum ‘Guayaquil está de salsa’, que para la época marcó el punto de arranque de los amantes de este género tropical. Blacio Junior, Don Medardo y sus Players, la Orquesta de Rubén Lema, entre otros, ganaron espacios en portadas y páginas internas, en lo posterior.

“Los mejores años fueron cuando se produjeron covers y se grabó música inédita en los 70”, comenta mientras mira con nostalgia un disco de vinyl de su colección de más de mil. Al hablar sobre lo que significa la salsa en Guayaquil dice que dos tercios de los ciudadanos eran afro descendientes en el siglo XVII y esta influencia hay que recuperarla, para recordar que hizo de Guayaquil una verdadera ciudad tropical.


Las orquestas en boga eran contratadas para compromisos sociales particulares y de grandes masas. “La salsa estremece la tierra a todos los hinchas del astillero guayaquileño”. La expresión del cantante ecuatoriano, Wilson Robles, retumba como antesala para hablar de la Orquesta La Unión, donde empezó su carrera profesional, en 1979, cuando la agrupación lo invitó a cantar en el programa televisivo Chispazos. También menciona a la Orquesta Z Mar de Esmeraldas, la Orquesta Joe Mayorga, Herencia Rumbera con Geovanny Macolí, Erik Coca Nacional, Mendoza y su Cocolón Sonoro, Orquesta el Conjunto la clave, entre otros.


Robles dice que la salsa es un sentimiento social y espiritual, que inspira letras con el corazón para evitar, por ejemplo, el consumo de drogas. De esa forma pasa a la Historia, por sus mensajes, por su ritmo bailable o por sus grandes exponentes.


Parte de esa historia se conserva en las paredes de salsotecas como Cabo Rojeño, o como en el ‘Rigoberto Bar’, ubicado en la 15 y Cuenca, en donde la imagen de estrellas de este género que en algún momento arribaron a la Perla del Pacífico como: Ismael Rivera, Héctor Lavoe, El Gran Combo y Richie Ray, y que tapizan la fachada.


Pero Guayaquil también atrae a las nuevas generaciones de salseros, nacionales y foráneos, quienes ven un mix de este género: rumbera, romántica y choke. Para Freddy Ramos, cantante venezolano de la orquesta española Tromboranga, aquello es respuesta de la evolución normal en la música. “El detalle es que veo que se empieza a redundar, casi todo está hecho (...) lo que sucede es que ahora se aporta con elementos frescos”.


Como parte de la evolución, Ramos hace una observación del Guayaquil salsero. “Acá el clima es tropical, yo soy venezolano y cuando vengo me siento como en casa. Me encanta”, sostiene. El público salsero guayaquileño ha crecido, según comparó entre el concierto que brindó en la urbe hace cinco años, frente al que brindó el 25 de julio del corriente. “Lo valioso es que hay un aprendizaje cultural, entre los nacionales y quienes venimos de otras partes, a través de una expresión natural del ser humano: eso es la salsa”.


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