Un pausado pero aguerrido Guayaquil
- NTE Express
- 24 jun 2020
- 3 Min. de lectura

Por: Lourdes Guadamud
A finales del año 2019 ya se escuchaba de manera muy ajena lo que acontecía al otro lado del mundo. China estaba siendo afectada por un virus llamado coronavirus o Covid-19. Este, hasta ese entonces, era una epidemia que afectaba a las personas de la tercera edad de manera agresiva y súbita.
Pocos meses después esta epidemia se convirtió en pandemia, así lo anunció la organización mundial de la salud el 11 de marzo del 2020. Ya era noticia en varios países de América Latina el numero de contagios y las muertes que estaba ocasionando a nivel mundial. Entre ellos Ecuador, con su mayor zona de contagio en la ciudad de Guayaquil. Si, el puerto principal, el motor comercial del país.
El Covid-19, en el primer trimestre del año, desnudo el sistema de salud pública y la gestión de sus funcionarios. En Guayaquil, los hospitales estaban abarrotados, pacientes morían a las afueras de las casas de salud y otros simplemente en las calles. Y como si fuera poco, al transcurrir los días, las noticias de que personas sacaban a sus parientes fallecidos a la acera de sus viviendas porque el sistema mortuorio también había colapsado.
Era un poco complejo entender lo que sucedía, sólo se sabía que era un virus que afectaba al sistema respiratorio y que llegó a un Ecuador sin armas para combatirla; sin salud pública, sin seguro social.
La informacion que circulaba con respecto al virus era incompleta, pero con tan pocos datos las farmacéuticas y la venta de tanque de oxígeno, colapsaron. La desesperación llevó incluso a conseguir pastillas y oxígenos con un precio totalmente elevado, desfinanciando en cuestión de tan solo días a las familias ecuatorianas. Ante esto, el gobierno decretó confinamiento a nivel Nacional, siendo esté el inicio de la depresión económica del país.
En Guayaquil, gran parte de su población vive del día a día, el trabajo informal es sustento de muchas familias en esta ciudad. Hoy por hoy, luego de casi tres meses de haber detenido las actividades, el comercio de la Perla del Pacífico se reinicia.
A paso lento, aunque la prisa por cubrir los gastos de casa sea el pan nuestro de cada día. El comercio informal se reinventó, se adoptó a las necesidades de esta pandemia.
Si te detienes en un semáforo de alguna avenida podrás escucha: "a dolar, a dolar la mascarilla" "lleve alcohol para que se desinfecte sus manos" "vitamina C a un dólar" "pizarras acrílicas para las clases de los más pequeños" ...
A esto me refirió cuando digo que mi ciudad es de gente aguerrida, que a pesar de las circunstancias hoy se levanta a trabajar, a seguir soñando. Pese a que una parte representativa de la ciudad no haya estado de acuerdo con pasar a esta nueva normalidad, de seguro nunca escucharon al hambre y la necesidad tocar sus puertas.
Nos faltó disciplina los primeros días de esta nueva etapa, pero hoy por hoy, sabemos que sin mascarilla no se sale, que hay que mantener distancia, que si vemos a un adulto mayor debemos cuidarlo tan solo con el distanciamiento, que tan solo dos metros de distancia puede seguir aplanando la curva de contagios, que si no acatamos las medidas preventivas volveremos al confinamiento, y si eso pasa, no comemos.
Los que habitan en esta ciudad que siempre está de prisa saben que ahora se hace cola para entrar al supermercado, que hay que esperar un poco más para poder usar el trasporte público y que por ahora no habrá domingos de cine, ni viernes de fiesta, saben que el lugar más seguro es el hogar.
Así se despierta esta ciudad, valorando aún más el trabajo, los amigos, la familia. Dando gracias a Dios por los que están y pidiendo por los que partieron. Esa misma gente que con temor y sin reparo alguno se encomienda a la Santísima Trinidad y sale a trabajar a las calles.
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